"Una Plaza llamada Democracia"
La democracia se ha ido quedando hueca por dentro. Su pérdida de energía y la renuncia apática de los ciudadanos no se debe a una estabilidad repetitiva. La rutina puede celebrarse como rasgo de normalidad en una historia cansada de sermones golpistas. Pero la espesura apática de estos años no soporta la explicación última de una saludable normalidad. Hay también una lepra corrosiva en los cimientos y en la vida de la comunidad. La brecha abierta entre la política de palacio y los problemas de la calle es la consecuencia de una perversión de la democracia. El olvido de lo que significa la representación cívica, el óxido de los aparatos partidistas, la connivencia con los poderes económicos y mediáticos, las tentaciones de corrupción establecidas como norma financiera de existencia, la falta de definición territorial del Estado, una politización de la justicia que obliga a la judicialización de la política, una ley electoral manipuladora que santifica el bipartidismo como sociedad de insultos mutuos y una demagogia cotidiana irresistible, han extendido la lepra. El acceso individual a la carrera política acabó entendiéndose como el sometimiento a una jerarquía de ambiciosas humillaciones. Los principios y los compromisos que habían caracterizado la cultura de resistencia contra la dictadura, fueron diluyéndose poco a poco en el deseo de ocupar un cargo y viajar en coche oficial desde los 25 años..... (Público 22/5/2011)
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