domingo, 10 de enero de 2010

Quien mal anda, mal acaba

Hace muchos años que pertenezco al PSOE. Siempre he estado en la base y en la cocina, y desde ese lugar he ido observando el día a día de los cambios que se han ido produciendo en el partido y en la sociedad..y me pregunto donde han quedado los ideales de la izquierda, la democracia interna, la coherencia y la solidaridad capaz de unir y de sumar todas las energías y dirigirlas a la consecución de un fin socialista. De etapa en etapa he ido pasando de la ilusión al desconcierto y al desencanto ya desde los tiempos de Alfonso Guerra, ideólogo y uno de los creadores del "APARATO". Hoy por hoy, me parece que sólo va quedando eso, el aparato, que nada tiene que ver con el partido socialista obrero español. Cada vez son más escasos los hombres y mujeres que se acercan a la política con el convencimiento de servicio público, con ideales, ideología, principios, valores y transitoriedad. Muchos, los mejores, demasiados, o se han ido aburridos o los han echado, o le abren un expediente (caso Alejandro Inurrieta) por criticar al jefe. No es posible el debate político. Van quedando dóciles empleados fácilmente reconocibles y con características similares: curriculum profesional bastante vacío de contenido, aunque con una larga carrera en cargos públicos, de los que han hecho su definitiva profesión, siempre arrimados al sol que más calienta; ( a veces una tortilla de patatas da para toda una vida). Activos y camaleónicos trepadores hacia la parcela de poder que proporciona un cargo o un carguito, con lo que ello conlleva. Con el tiempo, todos los partidos políticos, cada vez se asemejan más al sistema jerárquico de la iglesia católica en donde los cardenales eligen papa. Pero la iglesia se está quedando sin feligreses y el partido sin militantes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si observamos el funcionamiento interno de un partido político, de cualquiera, comprobaremos que no se aplican algunos principios básicos que son elementales en un sistema democrático y que no existen órganos de control que garanticen eficazmente su aplicación. En este sentido se puede afirmar que son muchos los ámbitos de nuestra sociedad donde los principios democráticos son más tangibles que en el interior de los propios partidos políticos. ¿Inferimos de ellos que los partidos políticos españoles no son democráticos? Si, ciertamente, aunque parezca una paradoja. Los que deberían ser instrumentos para la participación democrática del pueblo en la Política ignoran principios como el del voto universal –un afiliado o militante, un voto- en la designación de sus representantes de distintos niveles.